Hace 6 años el Congreso de la República le dio un ‘regalo’ a Cali al convertirlo en Distrito Especial Deportivo, Cultural, Turístico, Empresarial y de Servicios. Hoy no sabemos aún si esto fue realmente un regalo o una carga.

Algunos consideran que para Cali y sus municipios vecinos es más razonable hablar de área metropolitana que de distrito especial. Aunque muchos de los promotores de la época lo que pensaban era que este nuevo ‘título’ nos daría más recursos, la verdad es que lo que ha generado es una carga administrativa y fiscal creciente y costos adicionales para la ciudad.

Ser Cali Distrito Especial no es malo en sí mismo y puede tener varios beneficios para la ciudad sí y solo sí se implementa bien. Tener una administración local más desconcentrada, más cercana al ciudadano, es sin duda positivo. Para muchos caleños la administración es absolutamente distante. Poniéndolo en perspectiva, el CAM como la representación física de la Alcaldía es un lugar lejano o desconocido para buena parte de los caleños.

Pensarnos el territorio desde las localidades, tener recursos exclusivos para atender las necesidades locales mediante mecanismos de priorización participativa de la inversión y tener funciones desconcentradas, que hoy son de la Alcaldía, son aspectos que pueden ser muy provechosos para nuestra ciudad. Pero como dicen, el diablo está en los detalles y en la manera cómo se implemente.

Por ejemplo: un solo aspecto, como definir cuáles y cuántas localidades tendremos, es un asunto de profundas implicaciones. Tenemos a la fecha dos ejercicios; el que dejó la administración Armitage y el que hizo la actual administración partiendo de la base anterior, pero con un proceso adicional de socialización. El ejercicio de definir las localidades se trata de dividir la ciudad para que cada ciudadano quede contento o en su ‘status quo’. Esta es una oportunidad de unir a esta ciudad que ha estado segregada como resultado de la migración y el crecimiento urbano desordenado. Qué bueno sería tener localidades que tengan varios estratos 4, 5 y 6 integradas con estrato 1, 2 y 3. Localidades pensadas desde las potencialidades, tanto económicas, como sociales.

En otro frente y según el proyecto actual: tener solo una localidad rural no termina de entenderse. Hay tanta diferencia entre cada una de las zonas rurales de la ciudad que no es claro cómo un solo alcalde local podrá atenerlos a todos. Sumado a que no es cierto que tendrán más recursos, ya que la baja población siempre los pondrá en desigualdad de condiciones frente a las otras localidades.

Definir las localidades tiene implicaciones directas con el costo de la implementación del Cali Distrito, no porque implique una alcaldía más o menos, sino porque dependiendo del tamaño y dimensiones de cada localidad, las capacidades fiscales y las funciones desconcentradas deberán variar y eso podrá generar costos adicionales. Lo anterior, sin contar con que este ejercicio, tiene que contemplar una reforma administrativa estructural del Municipio.

En conclusión, es un hecho que los dos últimos alcaldes han trabajado fuertemente en hacer a Cali un Distrito Especial deportivo, cultural, turístico, empresarial y de servicios, sin embargo, hay todavía mucha tela que cortar para darle a esta condición toda la potencialidad. Los caleños debemos conocer más las implicaciones de ser distrito, por eso la invitación a esta administración y a los concejales es de tomarse un tiempo y esperar al siguiente alcalde o alcaldesa y avanzar en este proceso. Para así estar seguros de no equivocarnos, justamente porque como está planteado serán este alcalde y el siguiente los encargados de ponerlo en marcha.

*Tomado de elpais.com.co

A mí no me tocó la Cali de los setenta, la de los Panamericanos, la que cuentan los abuelos y papás, la denominada Cali Cívica. La de hoy no es la misma de la de esa época, no somos los mismos, no nos vemos igual. Hoy Cali es diversa, es negra, es indígena, sabe a viche, a chicha, a encocado de pescado y nos movemos a ritmo de salsa, de marimba, currulao y tambores.

Desafortunadamente, aún no nos reconocemos en esa diversidad única. Muchos se reconocen más por el lugar donde viven: soy del Distrito, del oeste, del sur o de Siloé, que como parte de un todo. Adicionalmente, no sé si como consecuencia de no sentirse parte y no reconocerse en el otro hoy hemos llegado a niveles muy bajos de civismo y cultura ciudadana. Los semáforos son optativos, los espacios públicos están sucios y completamente pintados con grafitis, en las vías el pito indiscriminado es la norma y ser peatón es una actividad de alto riesgo porque, por ejemplo, los andenes se volvieron los carriles ‘exclusivos de las motos’.

En el ejercicio Cali para Mí, 17 mil caleños y caleñas ubicaron el tener una Cali cívica, diversa y unida entre los diez principales proyectos que se deben hacer en la ciudad. Queda claro que los caleños no quieren seguir viviendo así, quieren respeto por las normas mínimas de convivencia, pero es importante que entendamos que parte de querer a Cali y cuidarla, es reconocerla y reconocernos con toda nuestra diversidad.

Pero, ¿cómo arrancamos? Algunos dirán que tenemos que esperar a que un mandatario o mandataria llegue a enseñarnos cómo hacerlo. Sin duda, tener a alguien que imparta la autoridad, por ejemplo, en los temas de movilidad y se preocupe por el cuidado del espacio público es vital. Sin embargo, ningún mandatario podrá hacer lo que está en las manos de cada caleño y caleña. Si queremos que esto cambie, empecemos por comportarnos diferente.

De acuerdo con la encuesta de percepción ciudadana de Cali Cómo Vamos 2023, el 92 % de los encuestados coincide en que la cultura ciudadana en la capital vallecaucana se ha deteriorado. Al hablar de las principales razones mencionan el poco sentido de pertenencia por la ciudad (69 %); la falta de autoridad (61 %) y la falta de educación en normas de convivencia en los colegios y en los hogares (58%).

Sin duda, estos resultados nos demuestran que como ciudadanos debemos empezar por hacer cambios individuales. Por ejemplo, en el MÍO que se nos haga costumbre esperar a que las personas salgan del bus para entrar, respetar las filas, ceder el puesto, sancionar socialmente a quienes se cuelan. En nuestro propósito de que la ciudad esté limpia, no arrojar basura a la calle. Si vemos el desorden que se genera cuando algunos carros se pasan en rojo los semáforos, no lo hagamos nosotros. Si tienes moto, no te subas a los andenes, no te metas en contravía y respeta las ciclorrutas. La primera decisión siempre está en cada uno de los ciudadanos, pero sobre todo habla bien de esta ciudad que es de todos.

Claramente, hay muchos retos, muchas cosas que no están bien, pero solo superaremos esos retos si cada uno de los caleños empezamos a hablar y a actuar diferente y si nos apropiamos de esta diversidad única. La Cali de hoy tiene todo para ser mucho mejor que la de los setenta, hoy nos vemos, sabemos y nos movemos mejor. Por eso arranquemos poniendo nuestro granito de arena, siendo parte activa de esta nueva era de nuestra Cali, una Cali diversa, unida y cívica. Una Cali de la que se hable por décadas y de la que volvamos a sentirnos orgullos.

*Tomado de elpais.com.co

Mucho hablamos de grandes proyectos de infraestructura, que claramente son muy importantes y necesarios. Sin embargo, no podemos perder de vista que gran parte del desarrollo y la competitividad regional se logra si, además de las vías primarias, logramos mantener y mejorar nuestras vías rurales o red terciaria.

Es a través de la red terciaria como se logra mejorar el acceso de los ciudadanos a servicios de primera necesidad como la salud y la educación. Cabe recordar que para muchos habitantes de los centros poblados del departamento resulta complejo llegar a las cabeceras municipales. Para muchos niños de las zonas rurales es toda una travesía llegar a sus colegios diariamente, y qué decir de la llegada a los centros de salud. Esto sucede no solo en municipios apartados como el Águila y el Cairo, sino también en las zonas rurales de municipios como Palmira, Jamundí y Tuluá.

Por otro lado, siempre escuchamos en los discursos las intenciones de fortalecer y apoyar los emprendimientos campesinos y étnicos. Sin embargo, estos discursos omiten una parte importante de la ecuación: de nada sirve darles apoyo y hasta capital semilla a estos emprendimientos y producciones agrícolas, si estos no logran tener bienes públicos que les permitan vender y movilizar sus productos, ya que el gran potencial de venta está en las ciudades y centros urbanos. Así mismo, una mejor infraestructura vial les permite ser más productivos gracias al acceso a nuevas tecnologías e insumos baratos.

Por esto, cuando hablo de bienes públicos, hablo de red terciaria, pero además de la necesidad de contar con otras infraestructuras como agrocentros que sirvan para consolidar la producción agrícola regional, su conexión con los nodos de comercio exterior y hacia el resto del país.

Según el último inventario vial realizado por la Gobernación del Valle del Cauca en 2019, cerca del 75% de las vías del departamento son terciarias y solo el 14% está en buen estado. A pesar de los esfuerzos de la Gobernación y de los municipios, hoy el panorama puede ser incluso peor después de la reciente temporada invernal, que en algunos lugares casi borró lo que se hubiera considerado una vía terciaria.

ProPacífico realizó el estudio denominado ‘Vías terciarias: oportunidades para su fortalecimiento en el Valle del Cauca’, este cuantifica que se requerirían cerca de $2,5 billones en un horizonte de 15 años para poner a punto y mantener en óptimas condiciones nuestra red departamental. Un reto enorme, por lo que debemos avanzar en priorizar los corredores y sofisticar las herramientas de gestión de activos viales. Hacer de esto un propósito común de región es clave. La convergencia de recursos es fundamental, debemos aprovechar la decisión política del actual Gobierno Nacional de financiar estas vías para sumar recursos propios de la Gobernación y las alcaldías, además de regalías, obras por impuestos, e incluso de cooperación internacional.

Según este estudio, que al final es una herramienta que busca contribuir a la priorización de las intervenciones en la red rural, unos de los corredores que se destacan en una primera fase son: el corredor Roldanillo – La Tulia – Trujillo – Riofrio, las vías hacia el Águila y el Cairo, todas de gran importancia para consolidar las apuestas productivas y el turismo, de esta zona del departamento. De igual manera en la región sur, los corredores en Dagua y la Cumbre, lo mismo que en las zonas rurales de Palmira y Cerrito, solo por dar algunos ejemplos.

Las vías terciarias deben estar en nuestra agenda regional de prioridades como complemento indispensable para los grandes proyectos que hemos venido impulsando. Solo con territorios rurales fortalecidos y conectados, seremos más competitivos y alcanzaremos el desarrollo regional reduciendo las disparidades y la pobreza.

*Tomado de elpais.com.co

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