Necesitamos a más empresarios comprometidos con su entorno directo e indirecto, siendo parte activa del avance de nuestra región.
El pasado 29 de octubre, los caleños y vallecaucanos elegimos a quienes serán nuestros líderes los próximos cuatro años. Los retos están más que diagnosticados: la seguridad en lo local y regional es una necesidad. La educación, que no puede seguir siendo la cenicienta del desarrollo, debemos verla y trabajar en ella como lo que es: la mejor herramienta para generar bienestar social y económico de los ciudadanos.
Además, un sistema de transporte público eficiente, puntual y seguro es una exigencia, sobre todo de los habitantes de la ciudad-región vallecaucana. La seguridad alimentaria para los más necesitados es un derecho y una obligación de todos. La infraestructura para conectarnos no solo con los grandes mercados globales, sino para conectar áreas urbanas y rurales debe ser una de las grandes apuestas del desarrollo económico. Por supuesto, el trabajo con los jóvenes más vulnerables que buscan oportunidades debe ser una prioridad colectiva.
Podría seguir enumerando retos y necesidades. Sin embargo, en mi opinión lo más importante en este momento es el trabajo conjunto sin egos, sin cálculos políticos ni desconfianzas. Los mandatarios electos del departamento y de nuestra ciudad capital la semana pasada ya dieron ejemplo. Aunque no trabajaron juntos en campaña, se sentaron y se trazaron una agenda común. Esto, además de ser un gran gesto, es absolutamente necesario que se replique en todas las esferas y espacios.
Empiezo por los órganos colegiados territoriales. La discusión no debe estar enmarcada en la negociación de la burocracia, sino en las propuestas para hacer que las necesidades planteadas por los ciudadanos tengan respuesta efectiva. Nadie pretende que no haya oposición, es más, es necesaria. Sin embargo, la ciudadanía espera que sea objetiva, sensata y enfocada en los temas de fondo.
Los congresistas son fundamentales en esta ecuación y la instancia ya está creada: es el bloque regional de congresistas que ha dado importantes resultados en los últimos años. Este bloque debe seguir trabajando de manera articulada con los nuevos mandatarios, haciendo incidencia ante el Gobierno Nacional para que los grandes temas y proyectos avancen.
Los empresarios también son una parte clave en este andamiaje. Su aporte a la economía, al empleo y por ende a la sociedad, es innegable y por esto, su voz debe hacer parte de las discusiones de política pública y las grandes apuestas, bien sea de manera directa o a través de los gremios. Hoy en el caso particular del Valle del Cauca esto resulta aún más evidente desde que los empresarios de todos los tamaños -convencidos que su rol va mucho más allá del aporte económico-, se unieron para trabajar articuladamente en torno a Compromiso Valle como plataforma de generación de oportunidades. Necesitamos a más empresarios comprometidos con su entorno directo e indirecto, siendo parte activa del avance de nuestra región.
Y finalmente, estamos los ciudadanos que necesitamos estar activos para participar y exigir, pero también, para contribuir en las soluciones. Debemos hacer veeduría, pero debemos entender que para tener derechos también debemos asumir nuestras obligaciones y responsabilidades, empezando por informarnos y conocer los temas prioritarios que se mueven en nuestro territorio. Pensar en el bien común exige renunciar a algunos privilegios individuales y así mejorar la convivencia entre todos.
En conclusión, lo que hay es trabajo. Pongámonos manos a la obra porque, ante el tamaño de los retos, lo que no tenemos es tiempo. Como ciudadana, Cali y el Valle del Cauca me tiene para darlo todo por estos propósitos comunes y desde ProPacífico seguiremos listos a contribuir para que nuestra región siga avanzando.
Tomado de elpaís.com.co
Si bien el Tren de Cercanías tiene un enfoque regional, también contribuye a la solución de problemas de congestión, emisiones y accidentalidad dentro de los municipios.
Es común escuchar críticas sobre el estado de nuestra ciudad. Hablan de lo fea que está, de todo lo que nos falta y se mencionan ejemplos de otras ciudades que han logrado transformaciones impresionantes. Sin duda, hay mucho por hacer en materia de seguridad, educación, movilidad y cultura ciudadana, pero esta ciudad-región necesita símbolos, proyectos que nos hagan soñar, que nos unan y nos permitan volver a creer que podemos lograr grandes metas.
El Tren de Cercanías puede ser uno de estos símbolos: además de sus efectos en la movilidad y la calidad de vida de los ciudadanos, el tren es un proyecto que pondrá a Cali y la región del sur del Valle a la par de otras regiones del país y del mundo.
Durante los últimos 6 años se ha llevado a cabo un proceso riguroso y consensuado para hacer realidad este proyecto que pretende proporcionar una oferta de transporte más eficiente para los desplazamientos entre Cali, Palmira, Jamundí y Yumbo. Si bien el proyecto tiene un enfoque regional, también contribuye a la solución de problemas de congestión, emisiones y accidentalidad dentro de los municipios.
Se arrancó con la prefactibilidad financiada por el Gobierno Francés y ejecutada por la firma Systra entre 2018 y –2019, determinando que el proyecto era viable y que debía implementarse de manera progresiva por tramos dentro de la red principal de 73,4 km. Adicionalmente, con el apoyo del Banco Mundial se realizó una evaluación a la prefactibilidad y se generaron recomendaciones para la fase factibilidad. Posteriormente, con la llegada de FDN a la estructuración se contrató a la firma Steer que con una evaluación ratificó el inicio por el tramo Jamundí - Cali de 23,6 km.
Con estos resultados que daban vía libre al proyecto, con el apoyo del Gobierno Nacional, las gestiones del Bloque Parlamentario, las entidades territoriales y el gobierno británico, se contrató la factibilidad del primer tramo. Esta fase tuvo una inversión de $36 mil millones en 2021. Estos estudios de factibilidad ratificaron el trazado principal de la red y recomendaron un tren-tram.
La justificación del arranque por este tramo está respaldada y es evidente, sobre todo, para los que transitan a diario de Cali a Jamundí y viceversa. El censo del Dane entre 1993 y 2018, muestra que la población de Jamundí creció un 232%. Esto no se explica en la natalidad de los jamundeños, sino en la migración de caleños, sobre todo de bajos ingresos que han llegado a habitar las viviendas VIS y VIP que Cali no ha proporcionado. Jamundí es la actual zona de expansión de Cali.
El 12 de octubre, representantes del sector público y privado de la región, radicamos este proyecto ante el Ministerio de Transporte. Esperamos recibir prontamente el aval técnico y luego el aval fiscal y así contar con el aporte mínimo del 70% del costo del proyecto por parte del Gobierno Nacional.
Aunque pocas, tristemente, se han oído voces con reparos respecto al proyecto. Unos porque dicen que debemos hacer un metro, sin entender que precisamente este primer tramo del tren en su paso por Cali es la primera línea del metro. Otros tienen reparos con el trazado, hablan de un ramal hacia el suroriente de Cali y traen a colación los ‘errores’ que se cometieron con el MÍO como justificación. Para estos la respuesta es: el tren no es la solución a todos los problemas de movilidad de Cali, este modo se debe conectar al sistema multimodal que ha planteado la actual administración. Partiendo del avance del primer tramo y con el mismo rigor se deben plantear los demás ramales requeridos. Esto por ningún motivo debe generar una parálisis. ¡Debemos avanzar!
Los invito a subirse a este tren y a construir sobre lo construido. Tenemos una oportunidad histórica, pues nunca tuvimos avances tan importantes como los que hay ahora. No nos dejemos distraer, ¡manos a la obra!
Tomado de elpaís.com.co
Hace algunos días en un debate electoral uno de los candidatos participantes decía que era importante cambiar el imaginario ciudadano según el cual hablar de seguridad es igual a ser de derecha. No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación. La seguridad no tiene ideología, la seguridad es un derecho que tenemos todos los ciudadanos y la condición mínima para garantizar nuestra vida.
Poder caminar tranquilamente por las calles de las ciudades sin ser robado, poder tener un negocio sin necesidad de ser extorsionado, ser campesino y poder quedarse en su tierra, disfrutar del espacio público sin temor a ser agredido o no ser alcanzado por un explosivo, son anhelos que nos parecen hoy lejanos. Si bien convivir con el temor se nos volvió nuestro día a día, esta no puede ser nuestra realidad.
Este problema lo tenemos en Cali, pero trasciende al departamento y la región. Bien conocidos son los casos recientes de bombas en algunos municipios, el aumento de los cultivos ilícitos en Jamundí, y las acciones armadas contra empresas de la región.
Desde otro ángulo, la extorsión es un problema crítico que merece atención especial en nuestro departamento, por su efecto devastador en los negocios de los ciudadanos. No solo hablamos de la extorsión ‘tradicional’ en la que grupos criminales a menudo exigen pagos a empresas y personas, creando un ambiente de terror constante en los territorios. Además, existe la extorsión disfrazada de servicios de seguridad que hace que muchos comerciantes o incluso ciudadanos tengan que pagar cuotas pequeñas a grupos que controlan barrios enteros, situación que se agrava cuando, además, estas redes ilegales de control tienen la capacidad de subir o bajar los precios de productos y servicios.
La ausencia de seguridad mina la confianza en las instituciones, la relación entre ciudadanos, y sobre todo, impide el disfrute de derechos de los ciudadanos, además de acabar con vidas de inocentes.
El problema es enorme y hay mucho que se debe hacer, es esencial implementar estrategias integrales de seguridad que involucren a las autoridades locales, la comunidad y organizaciones civiles. Tenemos clara la necesidad de fortalecer la fuerza pública y tener una actividad más articulada a nivel regional que entienda la complejidad y sofisticación de las economías criminales. También entendemos que hay procesos de diálogo que se deben hacer con la rigurosidad que merecen y sin dejar de lado la provisión del servicio básico de seguridad.
Sin embargo, ese panorama de grandes tareas deja una adicional que tiene que ver con la prevención desde la lectura social y particularmente el trabajo con nuestros jóvenes. Hay que recordar que son ellos y ellas quienes ocupan un lugar desafortunado como las víctimas y los victimarios más comunes de la violencia, pero también, son muchos de estos mismos los que durante muchos años han puesto su creatividad y energía para aportar a la solución de los problemas y a contribuir desde su trabajo comunitario a combatir la violencia.
La seguridad tiene que estar en las agendas no como ideología, ni mucho menos como política. Necesitamos a nuestros líderes unidos reclamándole al Gobierno Nacional acciones concretas, necesitamos los gobiernos locales invirtiendo recursos y sobre todo no podemos echarnos más cuentos; sin seguridad no hay desarrollo sostenible.
Tomado de elpaís.com.co