Cada mes cuando se publican las cifras de empleo del Dane es frustrante ver que, aunque hay mejorías en los agregados, las cifras de desempleo de los jóvenes siguen siendo críticas. Aún peores son las de las mujeres jóvenes y más graves las de mujeres jóvenes y afrocolombianas. El último informe reveló, por ejemplo, que mientras el desempleo nacional se ubicó en 11,4%, para hombres jóvenes fue de 14,7%, y para para mujeres jóvenes de 23,1%

En el marco del estallido social, muchos creyeron que los jóvenes en las calles eran unos “vagos” que no querían trabajar, y que querían “vivir sabroso” a punta de subsidios. Esta es una visión simplista que niega una realidad que no es nueva en nuestro país. Si bien puede ser real que una porción de jóvenes pueda tener la errada expectativa de no trabajar y recibir subsidios, lo cierto es que la gran mayoría de ellos -cuyas voces hemos escuchado a través de Compromiso Valle- quieren un futuro mejor para sí mismos y para sus familias y ven en el trabajo el mejor camino para alcanzarlo.

Entonces, ¿por qué tenemos un desempleo juvenil tan alto?, ¿cómo explicar que las empresas tengan vacantes, pero no lleguen las personas? La respuesta no es sencilla y tiene dos ángulos. Por un lado, buena parte de los jóvenes que hoy están buscando trabajo no terminaron su colegio, y es que la cifra de deserción en el Valle del Cauca para 2021 fue de 6,43%, por encima del dato nacional de 4,05%. El mejor de los casos, los que logran terminar el bachillerato se gradúan en su mayoría de colegios públicos cuya calidad es muy mala. Nuestro departamento está en el puesto 25 en el índice de competitividad en el pilar de educación básica y media. Así, queda claro que los muchachos que salen a buscar trabajo no tienen las competencias sicosociales mínimas y menos las técnicas para adquirir y permanecer en un empleo.

Por otro lado, las empresas en general tienen requisitos o barreras de entrada para buena parte de la población más vulnerable. Estos no se han establecido con mala intención y, de hecho, en general obedecen a criterios de eficiencia y calidad, pero muchas veces, desconocen realidades sociales locales, que impiden que muchas personas accedan a las oportunidades laborales.

Esto es un problema estructural, que no solo afecta al Valle, y se ha venido cocinado a fuego lento con el deterioro de la educación oficial y la desconexión entre la oferta laboral y la realidad social territorial. Sin embargo, hay formas de enderezar el camino. En Compromiso Valle hemos empleado a casi 1800 jóvenes altamente vulnerables, que, con acompañamiento, formación sicosocial y técnica intensiva y con el apoyo de más de 400 empresas comprometidas con el empleo inclusivo, se han abierto un camino en el mercado laboral formal, recibiendo los beneficios derivados de ello.

Esta sin duda no es la solución de largo plazo. No podemos perder del radar los problemas de la educación en cada uno de los niveles de la trayectoria educativa. Debemos enfocarnos rápidamente en los adolescentes que hoy están en séptimo u octavo grado y que están en alto riesgo de desertar del sistema. No podemos dejarlos caer en manos de las estructuras del crimen ni dejar sus vidas a la deriva sin un proyecto que los motive. Debemos tomar medidas para que sigan educándose con calidad y adquiriendo herramientas tanto académicas como emocionales.

Todos los caminos conducen a la educación. Mientras no nos tomemos en serio estas discusiones, seguiremos viendo crecer generaciones enteras que tristemente clasificaremos como perdidas, sin haber hecho nada para cambiar su rumbo. Esto sin dejar a un lado en el corto plazo los esfuerzos que deben seguir haciendo las empresas para abrir las puertas a este talento joven.

*Tomado de elpais.com.co

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