El trabajo articulado y en equipo siempre será más retador que aquel que se hace de manera individual, pero también más gratificante. Cuando muchos perseguimos un objetivo común y trabajamos por él, hacemos y logramos más. La innovación y creatividad que se tienen cuando hay un grupo diverso de personas trabajando con un mismo propósito es inigualable. Sin embargo, en el trabajo conjunto los procesos son más lentos y las decisiones se deben tomar consensuadamente. El ego puede jugar malas pasadas pues suele ser más atractivo ser ‘el salvador’ que ser parte de un equipo que se salvó.
Cuando se habla esto en el ámbito político, el asunto se hace más complejo. Las personas que quieren llegar a cargos públicos tienen la necesidad de demostrar públicamente que tienen los méritos para los cargos o roles y de ganar adeptos para ser los elegidos. Deben demostrar que sus propuestas son efectivas, que tienen experiencia, que son confiables y que tienen las soluciones para las necesidades de su territorio. En paralelo y en aras de la competencia, muchos además optan por demostrar que sus oponentes no tienen las mismas cualidades.
Así, el trabajo en equipo se vuelve casi imposible y peor aún si los candidatos están en orillas políticas opuestas. No siempre es fácil diferenciar entre control político serio y lucha política sin altura que prioriza los intereses individuales y partidistas por encima del interés común. Lo cierto es que, en medio de estas pugnas, los que perdemos somos precisamente los ciudadanos, los votantes. Es decir, perdemos todos.
Entre más me involucro con los temas del desarrollo, más compruebo que la única forma de alcanzarlo es con el trabajo articulado entre el sector público, privado y la academia. Este trabajo debe estar enmarcado en planes de mediano y largo plazo, por lo que exige una continuidad y priorización de agendas. Eso requiere, además, que los mandatarios de turno tengan la grandeza de valorar el trabajo de su antecesor, así no coincidan con este ideológicamente. Si bien las nuevas ideas son válidas, se deben compartir acuerdos fundamentales y construir sobre lo construido cuando ello beneficie al ciudadano. Esto es, ponernos de acuerdo en los mínimos comunes para que no tengamos que refundar la patria cada cuatro años.
Regionalmente llevamos un buen camino recorrido en este sentido y la agenda de infraestructura es un buen ejemplo de ello. Gracias al trabajo articulado entre el Bloque Parlamentario, la Gobernación del Valle, los alcaldes, los gremios, la academia, ProPacífico y otros actores tenemos unas prioridades claras que avanzan año tras año. Igualmente, en lo ambiental, llevamos varios años trabajando en la plataforma colaborativa ‘Colectivo Río Cauca’, que empieza a dar frutos, que ya tiene prioridades para incorporar en Plan Nacional de Desarrollo, y que nos permitirá seguir impulsando la recuperación de la cuenta alta del Río Cauca.
Sin embargo, tenemos una deuda pendiente con la educación. Siendo un tema en el que muchos trabajamos, los puntajes de las Pruebas Saber nos muestran cómo la calidad en nuestro departamento está muy por debajo de lo que se merecen nuestros municipios y más retador es que no nos ponemos de acuerdo en una hoja de ruta para remar hacia el mismo lado.
Ahora que se construye el Plan Nacional de Desarrollo y elegiremos nuevos mandatarios locales se hace más importante acordar esos mínimos: la agenda común que todos vamos a empujar. Sin duda esta gran alianza público-privada-comunitaria dará los frutos que no hemos tenido aún y permitirá que nuestra región avance en la ruta del desarrollo.
*Tomado de elpais.com.co