En un mundo que cada día es más individualista, polarizado y desconfiado no se le da la suficiente importancia a quienes han hecho del servir a los demás -haciendo tareas titánicas- su propósito de vida. Hoy quiero hablar de esas personas.
Los primeros que se me vienen a la mente son quienes teniendo como base sus creencias religiosas entregan su vida al servicio de los demás. Son miles de ellos los que todos los días contribuyen a que comunidades enteras tengan mejores condiciones de vida.
También están los servidores públicos, que van desde los funcionarios públicos hasta los miembros de nuestra fuerza pública. En ambos casos, son en su mayoría personas con una vocación de servicio única, en la que el bienestar colectivo prima por encima del propio. Tristemente, algunos funcionarios públicos cada día nos decepcionan más, ya que llegan a estos cargos no para servir al otro -como debería ser- sino para enriquecerse usando las peores prácticas. Estamos aburridos de los escándalos de corrupción que al final opacan a los que todavía son fieles a su misión, a los que entran a lo público con única agenda: mejorarle la calidad de vida a los ciudadanos y servirle al interés general.
De otro lado está el sector social del que hacen parte muchas fundaciones empresariales, familiares o sociales y que su día a día están dedicados a hacer que la vida de miles de personas sea mejor. Estas fundaciones (las verdaderas, no las fachadas para hacer negocios con el Estado) son una fuerza potente para la transformación de los territorios, pero lo más importante de estas organizaciones son las personas que las integran, personas con una vocación de servicio inigualable para las que el trabajo es mucho más que una forma de subsistir.
Finalmente, están los que sin cargo (y sin pago) sirven todos los días con la misma o mayor vocación que los otros, haciendo lo que ni las fundaciones ni el Estado hacen por las comunidades más vulnerables. Estas personas, muchas de las cuales lideran organizaciones de base comunitaria, tienen un liderazgo innegable y con su trabajo impactan a los que más lo necesitan y muchas veces son invisibles.
Por eso desde Compromiso Valle nos hemos dedicado a fortalecerlas, visibilizarlas y profesionalizarlas para que los procesos de transformación de sus territorios avancen. Ya son más de 200 organizaciones de base con las que trabajamos, cada una con una historia más potente que la otra.
Todas estas personas me han enseñado que el servicio es mucho más que un cúmulo de actividades que se hacen por el otro. Me han mostrado que el verdadero significado de la vocación de servicio es la entrega, pasión y compromiso que busca la transformación de realidades y que incluso, algunas veces, esta vocación es terca, no entiende de razones y persiste hasta encontrar los resultados.
Sin duda creo que hay muchas cosas buenas que contar de estos procesos y sobre todo creo en el poder de este trabajo en equipo. Por eso es necesario que quienes tenemos esa pasión por el servicio nos unamos para contar lo que hacemos, intercambiemos experiencias que nos permitan hacer mucho más y así desde el servicio ser bálsamo en este mundo de desesperanza.
Tomado de elpais.com
Esta época del año nos obliga a pensar en lo que sucedió por esta misma fecha en el 2021 en el país, pero sobre todo en lo que pasó en Cali y el Valle del Cauca. Aunque han pasado tres años, es evidente que aún hay muchas heridas abiertas por los hechos de violencia lamentables y reprochables ocasionados por fuerzas ilegales y políticas, que se aprovecharon de las circunstancias para agitar una situación que ya era muy compleja. La desigualdad en nuestro país y la pandemia fueron un terreno fértil para avivar reclamos enquistados en la sociedad.
Sin embargo, hoy es difícil entender que algunos sectores insistan en seguir agitando los ánimos y ponernos en bandos opuestos. A ellos es importante recordarles que en Cali y el Valle del Cauca, un grupo importante de personas, líderes, fundaciones y empresas de todos los tamaños llevan estos tres años escuchándose y dialogando con acción, construyendo un vehículo de impacto colectivo que hoy es ejemplo nacional: Compromiso Valle.
Nadie pretende que se olvide lo que sucedió porque es evidente que aún hay mucho que sanar, pero como ciudadanos nos corresponde aprender a convivir y crear una visión compartida para esta tierra que es de todos. Nos habían acostumbrado a narrativas en las que un empresario de una gran compañía no podía trabajar hombro a hombro con un barrista social nacido en el Distrito de Aguablanca. También nos habían dicho que los jóvenes de Siloé o de El Retiro no eran bienvenidos en las empresas de nuestra región y que los pequeños emprendedores no podían hacer conexiones comerciales con empresas.
Hoy la narrativa definitivamente es otra. Los 63 mil participantes de Compromiso Valle, los más de $100 mil millones invertidos y las miles de relaciones improbables que se han dado demuestran que sí podemos dialogar en el marco de la diferencia. Que los empresarios no son esos ‘villanos’ a los que no les importa su entorno, que los jóvenes no son unos ‘vagos’ a los que no les interesa nada y que las fundaciones empresariales, familiares y de base sí pueden trabajar juntas dejando a un lado los egos y poniendo el trabajo colectivo en beneficio de la comunidad primero.
Compromiso Valle ha demostrado que sí podemos construir una narrativa diferente, pero sobre todo, que es mucho más que un cúmulo de proyectos sociales, es innovación social a su máxima expresión que está construyendo confianza y capital social todos los días. No nos quedemos en lo que nos divide, más bien hablemos de lo que nos une. Muchos se sorprenderán del resultado al unir esta diversidad que nos hace únicos.
La invitación es a seguir por este camino y no por el del odio. Este vehículo de impacto colectivo es la demostración de que sí se puede y que está en todos seguir trabajando para que nuestra región se transforme. Juntos podemos cambiar la narrativa de división por la de unión partiendo de las potencialidades de cada uno, les invito a dialogar con acción. Acá necesitamos muchas manos y mentes con la convicción de que para avanzar debemos reconocernos y sumar en el marco de la diferencia. Colombia debe escuchar más de Compromiso Valle y ojalá más regiones -como ya lo hizo Magdalena- repliquen este ejercicio que le ha dado tanto y le seguirá dando a Cali y al Valle del Cauca.
Este 27 de abril se celebra el Día del Niño, ojalá no solo este sino todos los días recordáramos la importancia del cuidado integral de nuestros niños y niñas, a quienes tenemos la obligación de cuidar, pero lastimosamente no lo hacemos como deberíamos.
El Valle del Cauca tiene un total de 396.337 niños y niñas entre los 0-5 años, de los cuales alrededor de 110 mil no tienen atención en Programas de Atención Integral a la Primera Infancia, según el Sistema de Información Georreferenciado de Bien-estar en la Primera Infancia, SIGPI; mientras que en Cali son 176.604 niños y niñas en este rango de edad. De los niños en Cali, 47 mil niños elegibles de 0-5 años no tienen atención en Programas de Atención Integral a la Primera Infancia y, además, unos 33 mil niños crecen en hogares en pobreza extrema. Las cifras hablan por sí solas.
Cuidar a nuestros niños es un deber moral, pero para quienes esto no es suficiente es necesario señalar que atenderlos es fundamental en el futuro de cualquier sociedad. Los niños que hoy no tienen la atención que requieren, que por lo general son los que están en niveles de pobreza inaceptables, tendrán más problemas en su proceso de aprendizaje y de desarrollo como personas.
Adicionalmente, una situación más común de lo que creemos es el de las niñas que son madres a temprana edad. Hecho que debemos lamentar, considerando que son precisamente los hijos de estas niñas los que probablemente no estudiarán o dejarán de hacerlo a muy temprana edad, lo que los hará más propensos a entrar en economías informales o ilegales. Es decir, hombres y mujeres con menos capacidades de salir de la pobreza. Si no atendemos esta realidad, seguiremos destinados a un círculo absurdo de pobreza y falta de oportunidades.
Hablar de atención integral a la primera infancia significa que los niños estén bien nutridos, que tengan las vacunas conforme a su edad y educación inicial de calidad, que estén protegidos de abuso sexual e intrafamiliar y que cuidemos a nuestras niñas del embarazo infantil. La verdad lo que se requiere no es muy complejo, solo se necesita de articulación entre varias dependencias de las entidades públicas para hacer que las cosas pasen. Pero para esto, primero necesitamos saber dónde están todos los niños de 0 a 5 en mayores niveles de pobreza, tarea que no es tan sencilla.
Por ejemplo, dado que tenemos buenos niveles de vacunación sería absolutamente pertinente que cuando el niño y su acudiente asisten al centro de salud para la vacunación, la entidad aproveche para adquirir varios datos de ese menor como su peso, talla, dónde vive, con quién vive y a qué centro de atención infantil asiste.
Dado que estamos en el momento en el que los mandatarios locales están haciendo los planes de desarrollo, desde la alianza El mejor lugar para CreSer esperamos que los niños estén como prioridad número uno. Para el caso de Cali creemos que hay muchas oportunidades de mejora en el documento que hasta ahora hemos conocido. Lograr un enfoque integral supone que haya corresponsabilidad y exige un trabajo articulado e intersectorial que no vemos en el Plan de Desarrollo. Por su parte, en la versión preliminar del Plan de Desarrollo de la Gobernación observamos que algunas iniciativas asociadas a la primera infancia no se están incluyendo, como por ejemplo aumentar la cobertura de la atención, la construcción y mejoramiento de nuevos equipamientos, entre otros asuntos.
Debemos seguir sumando esfuerzos y convencernos de que los niños y niñas no deben ser un tema menor para que como sociedad no tengamos que seguir lamentándonos, generación tras generación, de no cambiar el rumbo.