De los 22,1 millones de colombianos que están en edad de trabajar, el 57,9% no tienen un empleo formal, entendiéndolo, entre otras cosas, como aquel que paga al menos el mínimo y todas las prestaciones sociales de ley. Al leer la reforma que el gobierno radicó en el Congreso de la República, queda la sensación de que esta sólo les habla a los colombianos empleados. Entonces, ¿cómo la actual reforma responde a las necesidades de los colombianos que hoy no hacen parte del mercado laboral formal? ¿Es esta la gran reforma que realmente necesita Colombia? Con más de medio país en la informalidad, la respuesta es: NO.
A través de Compromiso Valle –herramienta de impacto colectivo que por más de 20 meses ha buscado crear oportunidades para los más vulnerables- hemos conocido miles de historias que nos han permitido identificar la cara de la vulnerabilidad en nuestra región: en su mayoría mujeres entre 18 y 28 años, 40% de ellas sin bachillerato y la mitad de ellas con uno o más hijos y buena parte se autorreconocen como afrodescendientes. Esto es consistente con lo que el Dane nos dice cada mes cuando identifica que el mayor problema de desempleo en nuestro país y región se concentra en mujeres, afrodescendientes, con hijos. Tener esas características no puede ser una sentencia a la pobreza y ese es precisamente el ciclo que está identificado y que debemos atacar y romper.
¿Cómo les responde la reforma laboral a estas mujeres? A través de Compromiso Valle hemos entendido que estas mujeres piden flexibilidad en sus horarios porque también quieren tener tiempo para dedicarles a sus hijos. Querer tener trabajo parcial no puede ser un privilegio de las mujeres con recursos. Piden, además, un sistema de cuidado más robusto, público y privado para la primera infancia y los adultos mayores, lo cual facilitará su empleabilidad. Es increíble la cantidad de mujeres que nos dicen que no pueden acceder a los trabajos disponibles, simplemente porque no tienen con quién dejar a sus hijos, abuelos o sobrinos. Solo para citar un ejemplo, buena parte de las guarderías reciben a los niños a las 8:00 a.m., y los entregan a las 4:00 p.m., pero, ¿qué trabajo formal de tiempo completo permite que una mamá lleve y recoja a sus hijos en esa franja horaria?
Más allá de la discusión de genero, ¿qué le dice la reforma a los jóvenes que no quieren quedarse toda la vida en la misma empresa? Los jóvenes de hoy quieren flexibilidad y un Estado que facilite a empleadores y empleados el tener contratos de trabajo por horas o días. Hoy es imposible contribuir al sistema de seguridad social parcialmente. Esto sólo deja por fuera de la formalidad a muchos trabajadores, dejándolos descubiertos ante riesgos laborales y desempleo, incentivando la informalidad, y por ende condenando a la pobreza a quienes tienen estas modalidades de trabajo que no son nuevas.
Es claro que la mayor demanda de flexibilidad no implica menos derechos, sino entender nuevas formas de trabajo como, por ejemplo, el trabajo por horas tan avanzado en otros países. Los riesgos laborales tienen que ser debidamente asumidos por el que tiene la mejor capacidad para hacerlo a través del régimen actual con las ARL o a través de seguros todo riesgo. Se debe regular un seguro de desempleo y no obligar a los empleadores a tener empleados que no necesitan.
En los discursos cabe todo, pero la realidad es mucho más compleja. La reforma laboral no es una guerra entre empresarios y trabajadores. Por el contrario, puede ser una oportunidad para darle opciones de vida reales a los millones de colombianos y colombianas que hoy no tienen acceso a la formalidad, ni a sus beneficios. Esto sin acabar con las micro y pequeñas empresas en el intento.
*Tomado de elpais.com.co