Recientemente se ha hablado mucho de cómo sacar a los jóvenes de la guerra de pandillas y las mafias, hasta se ha mencionado que se les debe pagar para que no maten. Será el objeto de otra columna analizar si estos programas son efectivos o no, hoy quiero invitarlos a enfocar nuestra energía en pensar en los niños, esos niños que si no cuidamos y no educamos diferente, serán más vulnerables a verse inmersos en entornos delictivos en el futuro.
Sin duda hablar de los niños, sobre todo en la primera infancia, enternece y nadie se opone al discurso de que debemos cuidarlos y educarlos mejor. Sin embargo, tristemente estas discusiones se quedan ahí y muchas veces ni siquiera los diagnósticos son claros. Por esto se formó la alianza ‘El mejor lugar para creSER’, en la que organizaciones del sector privado y la Universidad Javeriana de Cali buscan aportar al cierre de brechas de la primera infancia, y que tiene entre sus logros tener un sistema de información para tener mejores datos de los niños en el Valle del Cauca y el norte del Cauca.
Para el caso de Cali, los niños y niñas entre 0 y 6 años representan el 7,6% de la población, el 51,3% están registrados en el Sisbén y de ese número, el 1% crecen en hogares en pobreza extrema. Es decir, hay una buena parte de nuestros niños y niñas que están viviendo en pobreza o pobreza extrema y no están recibiendo los cuidados necesarios para su edad. Sólo el 20 % de los niños y niñas caleños asisten a programas de atención integral, dato que para Colombia es del 40%, cifra para nada alentadora.
Otro dato alarmante es la proporción tan alta de niños nacidos vivos de madres que apenas tienen entre 10 y 14 años. Son niñas criando niños, situación que lo único que hace es enquistar la pobreza en nuestra sociedad, porque buena parte de ellos terminan al cuidado de abuelas o familiares o, en muchos casos, solo bajo la protección de sus madres que a su edad tienen pocas capacidades para darles las herramientas físicas y psicológicas que necesitan para afrontar la vida. Esto sin contar que ante su nuevo rol estas niñas muchas veces se quedan sin estudiar y/o trabajar por la necesidad de cuidar a los pequeños y, por ende, estos niños y niñas tampoco acceden a la educación. Es decir, el circulo vicioso de la pobreza.
De acuerdo con cifras del 2022, 8.014 niños y niñas de Cali están creciendo con desnutrición crónica, lo que impide su desarrollo adecuado si tenemos en cuenta que en este periodo se producen cerca del 80% de las conexiones neuronales, se sientan las bases para el desarrollo social, atención, motivación, autocontrol y sociabilidad, condiciones necesarias y básicas para el éxito en la escuela, la salud, la profesión y la vida en general.
Por estas y otras razones, ayer, en una alianza de varias organizaciones invitamos a los precandidatos a la alcaldía de Cali a presentarles estos y muchos más datos sobre la niñez en nuestra ciudad, con el objetivo de que los prioricen en sus programas de gobierno. Lamentablemente solo un candidato estuvo presente. Los niños se quedaron esperándolos para conversar. Esperamos que este tema, así como el de la educación, sea central para el futuro alcalde o alcaldesa de Cali. No sigamos buscando soluciones mágicas para los problemas que tiene nuestra región en términos de seguridad, cuando una de las acciones más estructurales que podemos hacer en este tema es concentrarnos en nuestros niños y niñas, a los que les seguimos dando la espalda. La solución es con ellos.
*Tomado de elpais.com.co
Servicio público, una expresión muy usada, pero con interpretaciones y vivencias variadas. Para mí el servicio público es pensar y trabajar por el bien común. Algunas veces se ejerce desde entidades gubernamentales, otras veces desde entidades privadas y muchas veces en el día a día, con acciones cotidianas que llegan a ser extraordinarias.
Desde niña el servicio público inspiró mi vida. Cuando acompañaba a líderes de la región en sus correrías políticas, me gustaba oír los problemas de las personas y ver cómo se les buscaban soluciones individuales y conjuntas. Pronto entendí que ese era el corazón de la labor pública y por eso, elegí ser abogada, por considerar que esta profesión me daría herramientas para ser una buena servidora pública.
Pasé varios años vinculada al Gobierno Nacional y luego, volví a Cali, vinculándome a ProPacífico una entidad privada sin ánimo de lucro, que me permite seguir trabajando por el bien común e impulsar cambios para mi región. Hoy más que nunca, el servicio público me apasiona.
Yo soy sólo un caso, seguramente no el mejor, porque nuestra región tiene muchos hombres y mujeres con historias mucho más valerosas que la mía. Sin embargo, lo que busco es contribuir a la motivación de los jóvenes que ven el futuro con temor, poca esperanza o que sienten desconfianza hacia todo lo que tenga que ver con lo público y lo gubernamental.
Muchas personas se alejan de los asuntos públicos sin haberlos conocido, otros los ven como la forma de enriquecerse. Dejaré a un lado este último punto, pues resulta evidente que eso ni siquiera merece ser considerado servicio. Me concentraré en lo que importa: ¿Cómo poner las capacidades al servicio del interés común?, ¿cómo aportar y transformar vidas?
Sin duda el servicio público puede traer frustraciones, pero por encima de eso no hay mejor sensación que ver cómo una política pública o un proyecto se puede cambiar la vida de miles de personas.
Resultan desalentadoras las noticias de proyectos públicos que se tardan décadas en finalizarse, o nunca lo hacen, la corrupción y el desvío de recursos. Así mismo, inspira ver otras ciudades y países donde la mejora en la calidad de vida resulta evidente y nos preguntamos, ¿cómo llegar ahí? Si queremos llegar a estándares siquiera parecidos, debe ser una obsesión vincularnos en los asuntos públicos, siendo el voto la primera forma de hacerlo, pero yendo más allá, debemos conocer e involucrarnos en lo que pasa con nuestro barrio, comuna, ciudad, departamento y país, para que el voto sea calificado y se sustente en visiones objetivas sobre el futuro del territorio.
Para todos los que como yo sienten pasión por el servicio público y los que no: necesitamos buenos y nuevos liderazgos. Liderazgos con vocación de servicio, con formación para la gestión pública. Hacer de nuestra ciudad y región un territorio mejor requiere de más servidores comprometidos, resilientes, capaces de dar batallas con la convicción de que el bien común y el impacto final valdrá la pena.
La historia reciente del Valle del Cauca nos ha permitido ver un liderazgo colectivo nunca antes visto. Es un proceso que muestra resultados, que nos deben hacer sentir orgullosos y saber que vamos por la vía correcta. Todavía hay mucho por hacer y necesitamos más mentes y manos. Tenemos retos muy importantes. Para no ir muy lejos: Buenaventura necesita más liderazgos que sumen a la solución, que piensen diferente, no se dejen distraer por el poder, ni encasillar en divisiones. Necesitamos líderes y servidores genuinos para cerrarle la vía a quienes desvirtúan y avergüenzan lo público.